01. Tierras de Nadie
¿Qué tienen en común unos astronautas gringos comiendo iguanas y empresarios paisas que llenan el Vichada de eucaliptos?
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Hace unas semanas vi una película sobre astronautas comiendo iguanas en el Darién.
Un híbrido entre documental y película, “Bienvenidos conquistadores interplanetarios y del espacio sideral” (2024)1 cuenta la historia del entrenamiento de supervivencia al que se sometieron los astronautas del Apollo 11 meses antes de su partida hacia la luna. Cuando comienza la peli, escuchamos la típica voz de propaganda gringa de la Guerra Fría: si bien el plan es que los astronautas aterricen en el mar, ojalá en aguas internacionales – aguas de nadie –, es posible que aterricen en tierra firme. Por ello, dice el narrador, hay que prepararlos para sobrevivir inclusive en las selvas inhóspitas e incivilizadas del Darién.
A simple vista, no hay un hilo conductor. Pasan frente a los ojos imágenes de los gringos que pisarían la luna aprendiendo a sobrevivir en la jungla, léase: talando árboles, matando iguanas, conociendo a los indígenas Embera. Pasan frente a los ojos imágenes de los astronautas en Bogotá, pedazos de un documental corporativo de los años 30 sobre la minería de oro en el Chocó, las descripciones de la iguana que hizo Gonzalo Fernández de Oviedo en la Historia General y Natural de las Indias en 1535, una serie de ilustraciones que tres siglos más tarde se publicaron en el periódico gringo The Sun dando la noticia falsa de que una expedición a the moon había encontrado vida allí. Las imágenes de la Gran Estafa de la Luna muestran a los astronautas victorianos aprendiendo a sobrevivir en esa tierra de nadie, léase: talando árboles, matando animales, esclavizando indígenas lunares, gente peluda con alas de murciélago.

Hacia el final de la película, Andrés Jurado, el director, nos muestra los pietajes (descripciones escritas de lo que hay grabado en cada fotograma) de las imágenes de archivo que le sirven de sustrato y subraya, una y otra vez, una frase: “Same action, different angle.”
“Misma acción, ángulo distinto”.
Días más tarde, por fin saqué el tiempo para leer el fantástico especial “No es Bosque, es despojo” de MUTANTE, en el que cuentan cómo en el departamento del Vichada, la empresa Inverbosques está sembrando inmensas plantaciones de eucalipto sobre la sabana– “una tierra plana, sin piedra, con agua y sin montaña”, cómo dijo el expresidente Álvaro Uribe en 2003. Una tierra sin árboles lista para colonizarse sin la necesidad siquiera de usar el hacha que los ancestros dejaron como herencia.
Lee Aquí “No es Bosque, es despojo” de MUTANTE.
Hoy, esas plantaciones duplican a Bogotá en tamaño, encontró el equipo de MUTANTE. Para acumular terrenos, Inverbosques ha usado sofisticadas maniobras legales de compra de tierras: la empresa es oficialmente dueña de un puñado de hectáreas, pero de los 106 predios que hacen parte del proyecto, al menos 28 pertenecen a sus accionistas y sus familiares y a una segunda filial de Inverbosques.
El objetivo de este monocultivo disfrazado de bosque es vender bonos de carbono y generar energía renovable a partir de la madera de los árboles. La gerente le dijo a Juan Manuel Flórez, el periodista que escribió los reportajes, que “el Vichada podía convertirse en la segunda Amazonía”.
Como siembran árboles en lugar de tumbarlos, los empresarios que están ahogando la sabana creen que están “haciendo país” en esas tierras de nadie que en realidad sí son de alguien, aunque no haya un papel para probarlo. Grabados en piedras enormes y voces vivas cuentan la historia de las comunidades indígenas que están allí desde antes, mucho antes, que Neil Amstrong, La Gran Estafa Lunar y Gonzalo Fernández de Oviedo.
Misma acción, ángulo distinto.
Después de la publicación del especial, se alzaron cientos de voces en redes sociales. Figuras de la estatura de Brigitte Baptiste cuestionaron el hecho de que los periodistas no estaban descubriendo ningún acto ilegal, y que las plantaciones forestales son, de hecho, “una evolución (...) una tendencia adaptativa innovadora” de las prácticas de producción del siglo XIX. Otros escribieron que las plantaciones eran buenas porque el Vichada “es una parte del país más grande que países como Bélgica o Dinamarca que no produce casi nada”. Otra lectora remató su comentario con un “Gracias a Dios, esta empresa sí aporta y construye país y no se dedica a difundir mentiras”.
Como dirían los gringos: They missed the forest for a tree. Un refrán que no existe en español, pero cuyo equivalente más cercano podría ser el que dice que “cuando el sabio señala la luna, hay quien se queda mirando el dedo”.
Cada vez es más evidente que la crisis climática es una crisis civilizatoria. Nuestra sociedad está construida sobre la premisa de la expansión, la conquista de la naturaleza, el crecimiento infinito en un planeta finito. La idea de que allá afuera hay tierras de nadie que si el capital pusiera a producir serían valiosas. La idea según la cual sobrevivir es extraer. No por nada, Elon Musk – un poderoso mesíanico más de nuestro pale blue dot – está obsesionado con la colonización marciana. Piensa que este planeta ya no es viable y por eso hay que movernos a ocupar, explotar y desechar el siguiente.


Al final de uno de sus increíbles reportajes, Juan Manuel Flórez describe cómo el líder de la comunidad indígena de Wasapana, Pedro Nel Asunción, escala una enorme roca de 70 metros de alto donde hace 1300 años, indígenas tallaron petroglifos y pinturas rupestres. La imagen de “un hombre sanguinario al que los chamanes antiguos convirtieron en un murciélago” le da su nombre a la roca. Parados sobre Piedra Murciélago, Pedro Nel le dijo a Juan Manuel,
“A veces uno tiene que ser duro en su corazón, persistir, como esta piedra”.
No puede triturar piedras la mandíbula del tiempo.


Después de la proyección de la película, se alzó la voz de un gringo en el sótano del Colombo Americano. El gringo –que venía de Puerto Rico, la más evidente colonia gringa en América Latina – preguntó al director que si él sabía cuál era el conquistador por el cual el Darién se llamaba el Darién (que él pronunció como “Darien” en su español colonizado). Asumió, sin pudor, que el Darién dejó de ser tierra de nadie porque un europeo la encontró. El director le contestó que se llamaba así porque así la llamaban los integrantes de la tribu indígena Cueva, que fue exterminada durante la conquista.
Fue allí, en el Darién, donde se fundó la primera ciudad española en la tierra firme de América. Durante 15 años, Santa María de la Antigua del Darién se alzó como el primer laboratorio de la conquista. Se asentó, escribieron arqueólogos en 2017, “al lado de un poblado indígena llamado Darién, e incluso una parte de ella fue superpuesta sobre este, con una técnica de simbiosis parasitaria típica de toda la fase inicial de la Conquista.” Por “simbiosis parasitaria”, los arqueólogos se refieren al hecho de que cuando 2,000 españoles desembarcaron en la ciudad en 1513, todo el maíz y yuca y cerdos que tenían no les alcanzaban para saciar el apetito, por lo que se dedicaron a rapiñar y esclavizar al pueblo indígena vecino.
Misma acción, ángulo distinto.
La ciudad llegó a su fin en 1524, cuando era un poblado sin gente, porque la mayoría de colonizadores ya se habían ido a ocupar, explotar y desechar nuevas ciudades. Los indígenas esclavizados que aún vivían se rebelaron y quemaron la ciudad hasta los cimientos. Nada quedó de las casas que levantaron con la madera de los árboles talados. El Darién, en cambio, conserva su nombre.
Pensé entonces que ni todos los barcos cargados de astronautas pueden saquear la memoria de quienes sobreviven.
Y que ante el golpeteo persistente del olvido, lo único que nos queda es el palpitar de un corazón duro como la roca.
La peli la están proyectando en el Claustro Comfama y en el Mamm en Medellín, y en la Cinemateca de Bogotá.
“La Gran Estafa de la Luna”. Que chimba de nombre para una discoteca
Me encantó. Importante poner la mirada en lo inmoral que es colonizar: ocupar, explotar y desechar. Aunque sea 'legal' y aunque 'voces autorizadas' le den el visto bueno.